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domingo, 28 de marzo de 2010

Algunos consejos... (parte II)


Algunos consejos útiles
para los escritores


  • Ten presente: que aquellos que se entusiasman embobadamente con las novedades literarias, son justo aquellos a quienes en el fondo la literatura no importa en absoluto. Van detrás de la novedad por la novedad en sí y son quienes frecuentemente promueven todo tipo de bodrios. Esto se aplica a todo el campo de las artes.
  • No te preocupes por los escritores jovenes. Uno de los más grandes cuentistas mexicanos que hemos tenido: Juan José Arreola negaba conocer a la mayor parte de los escritores noveles, «he preferido crecer bajo la sombra de los clásicos», decía.
  • No olvides: que en ocasiones, el reconocimiento del público puede ser un insulto. Pese a todo, cuando éste va acompañado del bienestar y del crecimiento económico, deja de ser tan grave. En el caso particular de quien esto escribe, puedo asegurar que toda ofensa monetaria sería bien recibida.
  • ... Sabe que: son muchos los artistas y literatos que pretenden descalificar a la crítica; ignorando que, como bien demostró Oscar Wilde, ésta tambien es un arte y que, sin sentido crítico, no hay creación digna de ese nombre... Bien es verdad, que quienes la representan son cada vez más y más mediocres; pero ello no debe llevarnos a descalificar a la misma. Miguel de Cervantes declaró una vez que la mayoría de los poetas eran malos y detestables, mas que sin embargo, la poesía era el arte más grande... Algo semi-análogo puede decirse de la crítica y de los que la encarnan.
  • Uno de los méritos más grandes de Oscar Wilde no fue, precisamente, ser un gran escritor (que no lo  fue); pero en cambio, fue un crítico de primer orden: he ahí su genialidad.




  • ... Los escritores, que tienen como principal propósito hacer que los lectores se identifiquen con los personajes de sus obras, son los escritores de última fila.
  • El objetivo de un escritor es mostrar, no demostrar. Un escritor no debe rebajarse nunca dando explicaciones.
  • En arte es imperativo huir de todo lo que es plebeyo.
  • Un escritor, si es un verdadero artista, jamás pertenece a la chusma: ten señorío.
  • Recuerda que: hay quienes tragan piedras, creyéndolas un manjar exótico. Engañar al mundo puede ser relativamente fácil; pero, engañarse a uno mismo puede ser más fácil aún. Duda de ti, si crees que eres maravilloso.
  • Si logras llegar a escribir de un modo tal, que el lector no pueda apercibirse de que posees alguna técnica; o bien has llegado a lo que se denomina el completo dominio del estilo; o bien , en efecto, no posees ninguna.
  • Un texto que deja traslucir un aspecto demasiado elaborado; o no está bien elaborado o no está elaborado en absoluto.
  • En arte, como en todo, la sencillez es lo más difícil que existe.



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Imagen final: el autor de este blog.


domingo, 21 de marzo de 2010

Algunos consejos... (parte I)


Algunos consejos útiles para los
 escritores


  • No confundas: el arte de la escritura con la grafomanía.
  • La escritura es —a fin de cuentas— un ejercicio de la vanidad. Cuida, por lo menos, de hacerla perfecta.
  • Toda obra es un retrato del artista; cuida jamás salir en un ángulo desfavorable.
  • Escribe mucho, pero conserva muy poco. O dicho de otra manera: escribe cuanto te sea preciso para lograr la excelencia en tu arte, pero, al final selecciona (y selecciona siempre lo mejor). Vale más una sola página cuya prosa sea perfecta que cien que digan necedades en el peor de los estilos.
  • No seas vulgar como suelen serlo los periodistas y demás gente chismosa, y despreocúpate por entero de los triviales hechos de la realidad cotidiana: tu mundo es más perdurable.
  • La masa, el gran público, jamás ha de imponerte sus gustos ordinarios: sé refinado siempre.
  • No recurras nunca a extravagancias ni exotismos literarios que sólo sirven para sorprender a los tontos. Sé depurado y clásico.
  • Escribe para el oído, no para la vista. Atiende a la tensión y al ritmo latente entre las palabras. No te pierdas en detalles inútiles.
  • Ten en cuenta: que has de ser artista antes que intelectual: un intelectual siempre es algo lastimero. Por otra parte, si un intelectual es de suyo algo repugnante, una mujer intelectual es algo aun peor todavía; no te cases con una intelectual: Joyce fue muy feliz con una ignorante.


 


  • Un esteta, que ha afinado al máximo sus posibilidades expresivas, no tiene ninguna necesidad de ser prolijo; menos aún, de escribir una novela en diez tomos. Sirva de ejemplo, de lo que no hay que hacer: escribir como lo hizo Proust.
  • A veces, me siento tentado a creer que la literatura de los antiguos poetas persas vale por toda cuanta se ha escrito. Sea muestra de ello, la siguiente cuarteta de Jayyam:
La vasta tierra: un grano de arena en el espacio...
Las flores, los animales y las cosas: sombras...
La vana sabiduría de los hombres: palabras...
El fruto de tu meditación: la nada.

  • Una mujer, verdaderamente hermosa, no necesita ni del maquillaje ni de los exagerados afeites. Un escritor o un artista o un crítico, que verdaderamente tienen algo importante que decir, no necesitan sino decirlo claramente; despojándose de todo adorno y de todo artificio.
  • No hay mayor muestra de torpeza literaria que el querer parecer culto a toda costa. Y peor todavía, ante la generalidad ignorante y estúpida.
  • Llamar imbécil a la masa, casi siempre es una muestra de cortesía.
  • Si no puedes escribir con galanura, mejor no escribas: el mundo no se perderá nada.
  • No escribas para quejarte: hay que ser un poquito más soberbios. Sartre escribió La náusea cuando habría sido más honesto pegarse un tiro.





domingo, 14 de marzo de 2010

En memoria de Juan José Arreola


JUAN José Arreola, maestro de la ficción breve, «cuentista impecable» y maestro del estilo; es, con mucho, uno de mis escritores favoritos. Desde las sencillas páginas de este blog, he querido rendirle un pequeño homenaje, colocando uno de sus cuentos maravillosos:



La canción de Peronelle


DESDE su claro huerto de manzanos, Peronelle de Armentières dirigió al maestro Guillermo su primer rondel amoroso. Puso los versos en una cesta de frutas olorosas, y el mensaje cayó como un sol de primavera sobre la vida oscurecida del poeta.

Guillermo de Machaut había cumplido ya los sesenta años. Su cuerpo resentido de dolencias empezaba a inclinarse hacia la tierra. Uno de sus ojos se había apagado para siempre. Sólo de vez en cuando, al oír sus antiguos versos en boca de los jóvenes enamorados, se reanimaba su corazón. Pero al leer la canción de Peronelle volvió a ser joven, tomó su rabel, y aquella noche no hubo en la ciudad más gallardo cantor de serenatas.

Mordió la carne dura y fragante de las manzanas y pensó en la juventud de aquella que se las enviaba. Y su vejez retrocedió como sombra perseguida por un rayo de luz. Contestó con una carta extensa y ardiente, intercalada de poemas juveniles.

Peronelle recibió la respuesta y su corazón latió apresuradamente. Sólo pensó en aparecer una mañana, con traje de fiesta, ante los ojos del poeta que celebraba su belleza desconocida.

Pero tuvo que esperar hasta el otoño la feria de San Dionisio. Acompañada de una sirviente fiel, sus padres consintieron en dejarla ir en peregrinación hasta el santuario. Las cartas iban y venían, cada vez más inflamadas, colmando la espera.

En la primera garita del camino, el maestro aguardó a Peronelle, avergonzado de sus años y de su ojo sin luz. Con el corazón apretado de angustia, escribía versos y notas musicales para saludar su llegada.

Peronelle se acercó envuelta en el esplendor de sus dieciocho años, incapaz de ver la fealdad del hombre que la esperaba ansioso. Y la vieja sirviente no salía de su sorpresa, viendo cómo el maestro Guillermo y Peronelle pasaban las horas diciendo rondeles y baladas, oprimiéndose las manos, temblando como dos prometidos en la víspera de sus bodas.

A pesar del ardor de sus poemas, el maestro Guillermo supo amar a Peronelle con amor puro de anciano. Y ella vio pasar indiferente a los jóvenes que la alcanzaban en la ruta. Juntos visitaron las santas iglesias, y juntos se albergaron en las posadas del camino. La fiel servidora tendía sus mantas entre los dos lechos, y San Dionisio bendijo la pureza del idilio cuando los dos enamorados se arrodillaron, con las manos juntas, al pie de su altar.

Pero ya de vuelta, en una tarde resplandeciente y a punto de separarse, Peronelle otorgó al poeta su más grande favor. Con la boca fragante, besó amorosa los labios marchitos del viejo maestro. Y Guillermo de Machaut llevó sobre su corazón, hasta la muerte, la dorada hoja de avellano que Peronelle puso de por medio entre su beso.

 
Cancionero de Guillermo de Machaut






Entrevista a Juan José Arreola






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