Mis escritos, mis dibujos, mis fotografías; autores y textos que me gustan; algo de música y videos... aquí en mi página. (Si deseas acceder a la mayor biblioteca virtual existente en español, pincha en el enlace que aparece más abajo.)

martes, 28 de diciembre de 2010

Cuento infantil


Un suceso inesperado

A Clarita, con todo mi afecto y mi cariño.


 MARISA tenía ocho años, acababa de ingresar al tercer grado de primaria. Su nueva maestra, la maestra Úrsula, era tan parecida a una vieja vaca, grande y pesada, como puede serlo una persona. Olía tan mal como una vaca. Marisa, por lo demás, no tardó en darse cuenta que era una mujer odiosa e insoportable.

Las vacas, ya se sabe, no molestan a nadie: se pasan la vida tranquilamente rumiando en el campo. No así: la maestra de Marisa, quien parecía poner todo su cuidado en que los aproximadamente treinta y tantos niños, que estaban a su cargo, la detestasen.

La vieja bruja constantemente los regañaba y les gritaba sin motivo; los abrumaba con ejercicios y tareas excesivas (y si acaso, había alguno que se atrevía a protestar, la maestra lo ponía a hacer el doble de trabajo que a los demás). No ahorraba pescozones ni pellizcos, que repartía a diestra y siniestra a pesar de no estar permitidos; los castigaba sin recreo a la menor provocación; y, en suma, tenía a los pobres niños aterrorizados e intimidados con su abominable presencia.

A maestras como esta, por supuesto que dan ganas de eliminarlas como a cucarachas; lo cual, hay a quienes, pudiera resultar violento; mas los niños suelen tener, de cuando en cuando, ciertas ideas criminales.

Así, algunos pasaban horas muy consoladoras imaginando, por ejemplo, que un loco desquiciado asesinaba a la maestra con cuarenta puñaladas, ni más ni menos; o que otro loco, quizás algún alumno de las clases superiores —que habría terminado por madurar un plan para acabar con la maestra— pondría una bomba justo debajo de su asiento. Y, cuando su gordo y voluminoso trasero estuviese aposentado allí, la bomba explotaría haciendo volar a la odiosa bruja en mil pedazos junto con el techo del salón de clases.

Ello obligaría, desde luego, a suspender actividades durante algún tiempo y los niños tendrían una ansiada vacación con gran regocijo de su parte.

***

NADA DE ESO, como es lógico, tenía muchas probabilidades de ocurrir; tampoco que le cayese un balcón o un aeroplano encima (al salir de su casa, como pensaba Marisa).

Marisa, particularmente, tenía motivos de sobra para odiar al monstruo; especialmente desde el día —¡y vaya que Marisa se acordaba de ese día!— en que la maestra la había sorprendido a punto de besar a Roberto: el niño que a ella más le gustaba.

Roberto tenía más o menos la misma edad de Marisa y, de hecho, iban juntos en el mismo salón.

Pues bien: cuando estaban a punto de darse el beso, o más bien, cuando Marisa estaba a punto de besar a Roberto —quien cerraba los ojos, y se encontraba ligeramente nervioso—, Marisa había sentido, de repente, un doloroso y violento tirón en una de sus orejas:

—¡Ay!, ¡ay!, ¡suélteme, que me hace daño! —había exclamado Marisa.

—¡Vamos a la dirección, jovencita! —era la voz del monstruo.

Sin soltar ni un segundo la oreja de Marisa, la maestra la había conducido, entre ayes y quejidos, a la oficina de la directora.

La directora del colegio, que era una monja, no era del todo una mala persona; pero completamente  imbécil, y se escandalizaba por cualquier tontería; principalmente, por todo aquello que le parecía contrario a la moral y a las buenas costumbres. Regañó agriamente a Marisa y le soltó un largo y aburridísimo sermón acerca del comportamiento que debían observar: las señoritas decentes y bien educadas.

Marisa tuvo que escuchar todas esas sandeces de pie y con la oreja ardiéndole como si se la hubiesen arrancado.

En ese instante hubiera deseado, más que nunca, que algo espantoso y horrible hubiera eliminado a su maestra, de una vez, para siempre. Hervía de cólera y rabia. Lo que más coraje le daba era el brutal e imprevisto tirón de oreja que le había propinado la maestra ¡cómo le dolía! (¡Maldita bruja!)...

Al fin..., la directora la dejó marchar.

***

PARTIR de ese desgraciado incidente, no tardó en quedar muy claro que Marisa se había convertido en la víctima favorita de la ruin y malvada mujer:

—¡Marisa!, ¡callate! —Vociferaba durante la clase.

—¡Marisa!, ¡siéntate! —Vociferaba de nuevo.

(Marisa no se había levantado ni había abierto la boca.)

—¡Marisa!, ¿ya terminaste con tu trabajo? —Interrumpía.

(Hacia diez minutos, que Marisa había terminado.)

—¡Marisa!, la semana que entra quiero hablar con tu mamá —Amenazaba.

—¡Marisa!, hoy no puedes salir al recreo —Prorrumpía.

Al oír esto, Marisa estallaba: ¿porqué no podía salir al recreo? si no había hecho nada para que la castigasen.

—Si protestas, vas a estar castigada una semana —Replicaba la maestra.

Y, naturalmente, Marisa protestaba, pues no era justo.

Entonces, la maestra la castigaba una semana.

Era, en verdad, una odiosa y asquerosa bruja.


***



ASÍ LAS COSAS, hasta que un día llegó a la ciudad El Gran Circo de los Hermanos Macana, mostrando en el escenario nada más ni nada menos que a:

«... ALÍ, EL MAGO ÁRABE MÁS PRODIGIOSO...; FOFO, SOSO Y MILIQUÍ, LOS PAYASOS MÁS DIVERTIDOS...; JACINTA, LA MUJER BARBUDA...; LOS EQUILIBRISTAS Y TRAPECISTAS MÁAS AUDACES...; POGO, EL TEMERARIO HOMBRE BALA...; AALICIA, LA MUJER DE GOMA...; YYY EL MAYOOR NÚMERO DE ANIMALES Y FIERAS AMAESTRADAS EN UUUN ESCENARIO... ¡¡VEEENGAN FAMILIA!! ¡A DIVERTIRSE!, ¡AL GRAN CIRCO DE LOS HERMANOS MACANA! ¡¡¡MAAACANA!!!...»

Un lunes por la mañana, los hombres del circo pasaron a la escuela de Marisa a repartir invitaciones y pases gratis para niños. Asimismo, invitaron a la directora a llevar de visita a los alumnos a la gran exhibición de fieras, que tendría lugar en las instalaciones del circo, previa a la gran inauguración (sin ningún costo). Marisa estaba alborozada, ardía en deseos de tomarse una foto con los elefantes...

Cuál no sería pues, su desencanto y su sorpresa, cuando, al día siguiente, la vaca anunció que todos irían..., excepto Marisa, Marisa se quedaría castigada. Ya la maestra le había comunicado su decisión a la directora y ésta había estado de acuerdo. La maestra, por su parte, tampoco iría: se quedaría en el salón vigilando a Marisa y aprovecharía para calificar los exámenes que había aplicado el día anterior; eso era todo... Marisa estaba furiosa. No había nada que pudiera hacer.

Muy pronto, el salón de clases quedó vacío. Los niños, pertenecientes a todos los grados, abandonaron la escuela. En el viejo edificio de una sola planta quedaron, tan solo, tres personas: la directora, Marisa, y la maestra de Marisa. Marisa fue obligada a sacar su libro de ejercicios.

En el salón, la maestra se sentó a calificar sus exámenes. Con su enorme busto desparramándose por el escritorio parecía, justamente, una vaca. Si Marisa no hubiese estado tan enfadada, quizás habría observado que lo único que parecía hacerle falta a su profesora era una brizna de hierba en los labios que, más bien, parecían belfos (si no sabes qué quiere decir esta palabra, consulta un diccionario)... ¡Infame vieja!, y ¡cómo la aborrecía!...

Roberto tampoco iría al paseo, el muy tonto había enfermado y había tenido que quedarse en casa; era un consuelo, pero no era suficiente.

Marisa se puso a contestar su libro de muy mal humor.

***

CUANDO la excursión llegó al circo, algunos niños se sintieron asqueados: olía peor que los baños escolares cuando se atascaban. (Y se atascaban a menudo, ya que las cañerías eran muy viejas. El día menos pensado estallarían con el consiguiente desastre.)

Mientras recorrían tapándose las narices la carpa donde se alineaban las fieras, una niña perteneciente al cuarto grado hizo la siguiente pregunta: «¿Por qué está vacía una de las jaulas?» Y, apuntó a una de ellas que, efectivamente, estaba vacía: la puerta estaba completamente abierta.

Al punto se soltó la alarma: uno de los leones africanos había desaparecido. Al parecer, alguien había olvidado cerrar la puerta de su jaula. Hubo gritos caos y confusión en el circo. Se hizo venir al domador y algunos ayudantes...

El domador apareció, traía unas botas manchadas de estiércol, un látigo y una vara; sus ayudantes traían cañas de metal huecas, provistas de un lazo en uno de sus extremos...

En vano buscaron a la fiera, no la hallaron por ninguna parte. Entre tanto, alumnos y profesoras corrieron a ocultarse donde mejor les pareció. Algunos se escondieron en los camerinos de los artistas; otros incluso, prefirieron encerrarse en la jaula vacía asegurando el pasador y cerrando el candado. Lo mejor, sin duda, ocurrió a unos niños mayores e indudablemente perversos que se encontraron en los camerinos con las coristas casi desnudas.

Mientras en el circo se armaba semejante barullo, lo cierto es que el león ya no se encontraba en el sitio: se había marchado durante la noche y había escapado en dirección a la ciudad.

En el curso de su viaje el animal se topó con un borrachín quien —al verlo— trepó torpemente en un árbol. No estaba muy seguro de que se tratase de una visión, si bien, ante la duda, juró solemnemente no volver a beber.

La fiera prefirió ignorarlo.

***

EL ANIMAL había vagado durante horas y horas, aburrido y muerto de tedio, por las calles y avenidas de la ciudad dormida; había recorrido los parques y los jardines desiertos. En uno de ellos, terminó por pasar la noche.

Sería cosa de las diez de la mañana cuando el animal, perezoso y adormilado, pasó a un lado del colegio de Marisa cercano al parque y, apoyó su cabeza sobre la puerta con la intención de rascarse, ¡oh, sorpresa!: la reja estaba entornada. El león la empujó con curiosidad, cruzó el vestíbulo y penetró en el patio.

Marisa se encontraba haciendo multiplicaciones. 

El león dio vueltas y más vueltas sin encontrar nada interesante. Volcó un bote de basura buscando algo de comer: estaba vacío. Se sentía perdido y un tanto desorientado. Comenzaba a sentir hambre.

La vaca, después de engullir su tercera taza de café muy cargado, se levantó para ir al baño y prepararse la cuarta taza de café del día. Era una viciosa del café y se tomaba hasta trece tazas diarias. Contempló a Marisa con desdén y salió del salón sacudiéndose el trasero. Marisa la vio alejarse con odio, y, un par de segundos después, tornó a ocuparse de su libro.

La maestra, al salir, emitió un pequeño eructo de satisfacción: la mañana iniciaba bien. Había castigado a una niña repulsiva e inmunda (todas las niñas eran «repulsivas»  e «inmundas»...); en el transcurso de la jornada había reprobado a varios niños; y, por si fuera poco, el día anterior había envenenado a la gata de su vecino: un músico soltero que tocaba el violín... Todo eso la llenaba de íntima alegría (pensaba, además, mortificar aún más a Marisa)... Caminaba absorta, sosteniendo su taza y su cuchara; los ojos miopes tras los espesos lentes de cristal que los cubrían: una vaca con anteojos.

De pronto se topó, frente a frente, con el león. Éste le dedicó, por todo saludo, un gruñido y sacudió su melena. La mujer manchó sus calzones en el acto. Dejó caer su taza y su cuchara. No tuvo tiempo de gritar ni de correr porque el miedo y la sorpresa la paralizaron y la dejaron muda.

El león saltó sobre ella derribándola de un zarpazo.

Marisa escucho el ruido de la taza hacerse añicos y el tintineo de la cuchara acompañados del ruido de algo muy pesado que caía y, sobresaltada, corrió a asomarse: vio a la fiera devorando a su maestra.

Inmediatamente y con el corazón palpitándole muy fuerte, corrió al otro extremo del salón casi sin pensarlo y, encaramándose en una ventana que daba a la calle, brincó hacia el exterior. Al caer se despellejó las manos y las rodillas. Se incorporó y, hecho esto, no paró de correr hasta llegar a su casa que, por suerte, no estaba muy lejos.

En el camino sufrió un encontronazo con el viejo cartero: un paquete de cartas, que este llevaba en la mano, salió volando y se desperdigó en la avenida: el cartero quedó tendido en la acera, mascullando insultos y profiriendo maldiciones.

Marisa ni siquiera reparó en él.

Llegó a su casa con gran alboroto; azotando, al entrar, violentamente la puerta; subió a escape las escaleras y entró a su cuarto con gran estrépito; azotando, al entrar, una vez más, la puerta... Corrió a ocultarse bajo la cama.

—MARISA, ¿QUÉ HACES EN LA CASA?  —le gritó su madre, que la había visto entrar.

Pero Marisa no contestó.

***

MÁS TARDE, se tuvieron noticias de lo que había ocurrido en la escuela. Sor Brígida, la directora, quien había presenciado inadvertidamente y muerta de pánico todo lo ocurrido desde una ventana de su oficina, aunque, sin correr ningún peligro, había dado la voz de alerta. La impresión, con todo, fue demasiado para ella, le vino una crisis nerviosa y hubo de abandonar su cargo por tiempo indefinido.

Mustafá, el león, fue capturado y devuelto al circo. Se supo, que aparte de comerse a la profesora, no se se había comido a ninguna otra persona. Al menos no hubo quien reportara un acontecimiento similar.

El desdichado animal sufrió una terrible indigestión que requirió cuidados médicos; sin embargo, era fuerte y se recuperó.

Lo único que quedó de la maestra Úrsula fue un par de zapatos, unos cuantos despojos ensangrentados y un par de anteojos hechos trizas. Nadie lamentó mucho su desgraciado fin.

Los hermanos Macana tuvieron que pagar una cuantiosa multa y tuvieron que abandonar la ciudad enseguida. Pese a ello, lograron resarcirse: en su próxima parada, anunciaron: «Al fiero león del Atlas, devorador de hombres», que fue la máxima atracción  aquella temporada.

Marisa, por su parte, por fin pudo besar a Roberto.





ALGUNAS PALABRAS DEL AUTOR:

Bueno, con esta publicación le doy termino a un año de publicaciones, pero esto no es todo; he querido cerrar con broche de oro y desde hace tiempo había venido pensando en concluir cerrando con un video, con la música y coros del Himno a la alegria de Beethoven. Como quiera que tenía que escoger para esta publicación, en particular, algo que no se contraponiere mucho al cuento con el que decidí finalizar este blog en espera de un nuevo ciclo, opté por pegar este video... Hasta pronto.





martes, 21 de diciembre de 2010

Valses mexicanos



¡Ah, cuando la gente era decente y don Porfirio presidente!
Dicho popular


EL vals, llamado con justicia, baile de reyes y rey de los bailes. De ser en su origen —allá por el siglo XII una danza campesina (propia de la región del Tirol austriaco) considerada como demasiado atrevida; conquistaría carta de nobleza, a partir de la década de 1760, en la Imperial ciudad de Viena, sustituyendo de manera  paulatina y definitivamente, más tarde, al aristocrático minué*: el tradicional baile cortesano.

A México, esta forma músical arribaría ya entrada la segunda mitad del siglo XIX, conociendo su época de mayor auge durante el régimen porfirista. De la mano de grandes compositores nacionales, este nuevo ritmo importado del extranjero no tardaría en adquirir características propias (volviéndose más lento y convirtiéndose en un genero más apto para ser escuchado que para ser danzado).

Una anécdota que, sin duda, merece la pena traer a cuento, es la de que al darse a conocer el famosísimo Vals sobre las olas —el más universal de los valses mexicanos—, del artista guanajuatense Juventino Rosas, no faltó quien dijera que música tan hermosa no podía ser compuesta por un mexicano.

Lo cierto, es que no solo ese vals es obra de un connacional, sino que nuestro país contó en su momento con un gran número de composiciones de ese estilo que nada tienen que envidiar a las de los grandes maestros europeos.

Hoy, me enorgullezco de presentar aquí una esmerada selección de valses mexicanos.
















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* Ver la publicación correspondiente al 28 de agosto.


martes, 14 de diciembre de 2010

Qué es...


Lo mexicano
 

Lo mexicano es la fusión de lo indígena con lo hispánico.

SALVADOR BORREGO ESCALANTE


NUESTROS abuelos ibéricos conquistaron a nuestros abuelos indígenas... ¿Por qué esta afirmación tan simple, tan positiva, no aparece escrita en nuestros libros de Historia? Somos hijos de España tanto como somos hijos de esta tierra…

Tristemente, en vez de haber heredado las virtudes de conquistados y conquistadores, parecemos haber heredado solo las taras y los defectos: así, en vez de ser soberbios y desmedidos como Cortés (y la soberbia es una virtud, poco me importa que esto no puedan comprenderlo los ignorantes), preferimos ser torpes e imbéciles como Pánfilo de Narváez; en vez de ser altivos y desdeñosos en la derrota como Cuauhtémoc, preferimos ser pusilánimes y cobardes como Moctezuma.

Aunque herederos de la riqueza cultural del mundo indígena, ante su evidente atraso material, preferimos desdeñarlo e ignorarlo olímpicamente; de nuestra fuerte herencia hispánica no somos en absoluto conscientes…

Para acabar de empeorar las cosas, como baluarte que somos de España en América, hemos heredado la perpetua enemistad entre el mundo anglosajón y el mundo ibérico (como ya lo apuntara Vasconcelos). Derribada ya, para siempre, la supremacía de Inglaterra en el concierto de las naciones, nosotros los nacidos en este rincón del planeta, hemos tenido que contender con los Estados Unidos de América. Quienes no contentos con adueñarse del nombre de América para sí, se han adueñado de todo el continente.

Es penoso, sumamente penoso, ver la admiración sin límite que la gente estúpida —descastada y estúpida— parece sentir por el vecino del norte. Si ellos gustan de parecer unos palurdos, aquí no tardamos en mostrarles que podemos intentar ser tan palurdos como ellos o, por lo menos, perseverar en el intento. En el mundo, el gringo es siempre visto como un ser inculto, ignorante, suficiente y (vuelvo a emplear este término) estúpido… Y aquí, hay muchos que dieran por ser todo lo que el gringo es.

Que el gringo se viste mal y ahí vamos, a vestir tan mal como ellos; que come todavía peor, y nosotros no nos quedamos atrás; que se limpia el culo con la bandera (y vaya, ahí todavía no llegamos)… Su practicidad (la del gringo), su vulgaridad (no en vano se jactan de ser tan democráticos), nos parecen admirables… Sus costumbres decididamente pueriles (en el peor sentido de la palabra), sus tradiciones (fundadas en el mercantilismo), toda su ideología cretina y cretinizante (sus películas, sus comics de «superhéroes», su arte absurdo y horrible, desechable…), todo eso lo tratamos de copiar…; su idioma (que ni ellos son capaces de hablar bien); hay mucha gente mentecata que inmediatamente cree subir de categoría hablando inglés (cuando aún no han conseguido siquiera masticar el castellano)…

Terrible, verdaderamente terrible.

Con qué facilidad olvidamos los agravios…

Con qué facilidad olvidamos lo que somos: …hijos de España…, hijos de esta tierra... (que ya va siendo hora de que nos percatemos de ello).





Magnífica canción en la voz del «tenor continental» Pedro Vargas. (Me abstengo de opinar sobre las imagenes.)





El himno nacional mexicano completo (incluye las estrofas en honor del emperador mártir Agustín de Iturbide).





Marcha del primer Imperio Mexicano; la bandera es la de las tres garantías (diseñada por Iturbide, lo mismo que la anterior)...

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Imagen: Bandera Imperial de México; al centro: el águila azteca, símbolo de nuestro pasado indígena (enmarcada por el medallón del emperador Maximiliano); en diagonal, cruzándola por las cuatro puntas: la cruz aspada de San Andrés, símbolo de nuestros lazos con España; por último los tres colores verde, blanco y rojo, de la enseña del emperador Iturbide. Tal es la que quisiera ver ondear un día.


martes, 7 de diciembre de 2010

Escritos mínimos


Frases y filosofías


Quien se ve obligado a aportar argumentos en defensa de una afirmación, siempre se halla en una evidente situación de inferioridad. Hay que afirmar sin más, uno no debe nunca otorgar explicaciones.

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Ver entrada correspondiente al 21 de julio.


domingo, 28 de noviembre de 2010

El cine de oro mexicano


Ensayo de un crimen


QUERÍA escribir una reseña de la novela Ensayo de un crimen, del dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli, cuando al comenzar a documentarme para ello di con la cinta del mismo nombre del realizador español Luis Buñuel... Y nada, que finalmente decidí ahorrarme mi reseña y mostrar en mi blog la susodicha cinta. (Como nota final, la novela es mil veces mejor, pero la película no tiene desperdicio.)

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SINOPSIS:
La muerte de varias mujeres cercanas a él hacen que Archibaldo de la Cruz crea que es un asesino. Su único razonamiento es que él deseó todas esas muertes. En un interrogatorio frente a un juez, Archibaldo devela su vida y las razones por las que piensa que debe ser juzgado.





























COMENTARIO:
En un principio, la adaptación de la novela del escritor mexicano Rodolfo Usigli significó un dolor de cabeza para Luis Buñuel. «Usigli no permitía la menor variación de su texto. Cuando vio la película terminada se quejó en una asamblea del sindicato [de guionistas]. Pero salí absuelto porque en los créditos yo había puesto 'Inspirada en...' O sea que no pretendía haber hecho una transcripción exacta del libro, sino una obra diferente [...] a mi manera.»

Evidentemente,
Ensayo de un crimen
terminó siendo una de las cintas más personales de Luis Buñuel y una de las más divertidas y perturbadoras de su filmografía. La historia de la criminalidad imaginaria de Archibaldo de la Cruz es, al mismo tiempo, un catálogo de cómicas frustraciones y el retrato inquietante de una personalidad desequilibrada.

Como otros personajes de Buñuel, Archibaldo imagina cosas prohibidas que trata de vivir en la realidad. Gran parte de su vida es pura imaginación porque sólo en ese mundo interno pueden ser realmente libre.


Para muchos cineastas,
Ensayo de un crimen posee un encanto tan especial que los motiva a rendirle homenaje. Pedro Almodóvar utiliza imágenes de esta película en una escena clave de Carne trémula (1997) para establecer un paralelo entre Archibaldoel criminal frustrado y Víctor
el enamorado frustrado. Ambos personajes viven condicionados por los recuerdos de la niñez y sus conductas manifiestan una extremada inmadurez emocional.

La relación entre erotismo y muerte es uno de los temas centrales de
Ensayo de un crimen. La obsesión de Archibaldo por asesinar está ligada a un recuerdo infantil en el que ve cae muerta a su institutriz, con los muslos ensangrentados. Esta imagen una de las más provocadoras de la película
acompañará al personaje durante el resto de su vida, condenando a las mujeres que lo rodean a ser «víctimas» de su desbocada imaginación.

Hablando de erotismo y muerte, la celebridad de Ensayo de un crimen está fuertemente ligada a la mitología fúnebre que se desarrolló alrededor del suicidio de la actriz Miroslava Stern, ocurrido a pocos días de finalizado el rodaje. En una carta póstuma, la estrella solicitó que su cadáver fuera incinerado. Cuando la película fue estrenada, el público no dejó de notar la similitud entre la escena de la cremación del maniquí y el trágico final de esta bella actriz. Curiosamente, las coincidencias tan cercanas a la personalidad de Buñuel habían cobrado un giro inesperado y macabro que aún sigue cautivando a los admiradores de esta película.





Fuente: Tomado del canal de YouTube.


domingo, 21 de noviembre de 2010

Erik Satie: Gimnopedias

CADA que no me es posible publicar un texto ya sea propio o ajeno, opto por mostrar en mi blog algunos videos. Invariablemente se trata de videos de la música que he estado escuchando últimamente. En esta ocasión, le ha tocado en suerte al compositor francés.





No puede negarse que la música es hermosa... ¿cierto?





Algo extravagante la imagen de fondo, pero la música sigue siendo bellísima, ¿no es así?...





Y... esto es todo por ahora...


... Espero les haya agradado.

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Las imagenes que pueden verse en los videos son de la artista hispano-mexicana Remedios Varo.



domingo, 14 de noviembre de 2010

Poemas breves


Amiga...


Amiga..., ¿cómo puedes estar conmigo sin estar conmigo?
Te extraño tanto aún...


domingo, 7 de noviembre de 2010

Poemas breves


De memoria y olvido


 Hoy, han vuelto a mi memoria estos versos:


«La ventura del olvido
No la conocí jamás;
Que siempre he querido más
 Lo que olvidar he querido.»

 Me pregunto: ¿Por qué?...
Y ella...
¿Me habrá olvidado ya?...

__________
Imagen reeditada y retocada por el autor de este blog.


jueves, 28 de octubre de 2010

Exa...



DEL bello libro Canek del escritor yucateco Ermilo Abreu Gómez, presento estos fragmentos...


4

Ni Canek ni nadie sabe quién es ni de dónde viene Exa. Una mañana apareció correteando entre los cerditos. Tenía la cara llena de tizne y las manos sucias. Al mediodía se le vio acarrear agua para los bebederos del corral. Hasta esparció en ellos manojos de azahares. Sonreía. Por la tarde, como no tenía qué hacer en el campo, se sentó junto a las indias en la cocina y se puso a desgranar maíz. Llenó su delantal de granos amarillos, blancos, negros, morados y azules. Los levantaba entre los dedos y sonreía. Por la noche se acurrucó en un rincón de la despensa. Al día siguiente renovó sus tareas; correteó entre los cerditos, acarreó agua y desgranó maíz. Solo hubo una variante: comió una tortilla untada con manteca que le dio Guy.


34

Han pasado los días y ni Canek ni la tía Micaela saben quién es ni de dónde viene la niña Exa, pero ya la quieren como se quiere a esas tortolitas que llegan y, mansas, como manojos de brisa, se duermen entre la sombra de los árboles.


35

Guy dijo a Exa:

—Si no comes esa tortilla, no te llevo a donde están mis conejos.

—¿Cuántos son?

—Guy le mostró una mano. Exa empezó a comer, pero con disimulo, entre su falda guardó cinco pedazos.


36

Bajo la noche poblada de luceros, junto a los maizales, se han recostado, en silencio, Guy y Exa.

Canek sonreía sin mirarlos.


37

Guy quiso guardar entre sus manos los colores del iris que forma un cristal. En la sombra los colores desaparecían.

—Jacinto —dijo a Canek—, le prometí a Exa un regalo. Pero me parece que es un regalo imposible.

—Nada es imposible, niño Guy, cuando el corazón es limpio.

Guy volvió a mirar, bajo el sol, los colores del iris. Se quedó mirándolos con tanta emoción que sobre ellos cayeron sus lágrimas. Entre las manos de Guy quedaron prisioneros, lúcidos, los colores del iris y Exa tuvo su regalo.


38

Guy se limpió una lágrima; Canek preguntó:

—¿Exa?

Canek puso una mano sobre el pecho de Guy.

Guy dijo:

—Exa.

Y Exa se fue como vino: en manos del viento.

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Imagen creada por el autor de este blog.


jueves, 21 de octubre de 2010

Amores prohibidos: el incesto...


Romance de Delgadina*
*(Lee el poema y escucha el audio.)


DELGADINA se paseaba
de la sala a la cocina,
con su vestido de seda
que a su cuerpo le ilumina.

—¡Levántate, Delgadina,
ponte tus naguas de seda!,
por que nos vamos a misa
a la ciudad de Morelia.

Luego que salió de misa,
su papá le platicaba:
«Delgadina, hijita mía,
yo te quiero para dama.»

—¡No permita Dios del cielo,
ni la reina soberana!,
que es ofensa para Dios
y traición para mi mama.

—Júntense los once criados,
encierren a Delgadina;
remachen bien los candados,
que no se oiga voz ladina.

—Papacito de mi vida,
tu castigo estoy sufriendo,
regalame un vaso de agua
que de sed me estoy muriendo.

—Júntense los once criados,
llevenle agua a Delgadina,
en vaso sobredorado,
vaso de cristal de China.

Cuando le llevaron l'agua,
Delgadina estaba muerta,
tenía sus brazos cruzados,
tenía su boquita abierta.

La cama de Delgadina
de ángeles esta rodeada;
la cama del rey su padre,
de demonios apretada.

Ya con esta me despido,
tengo una cita en la esquina,
aquí se acaban cantando
versos de la Delgadina.


(Versión mexicana del romance tradicional español, s. XX)






__________
Nota: Este romance, como queda indicado, proviene de otras versiones  mucho más antiguas; tan antiguas, que ya los soldados de Hernán Cortés entonaban algunas de ellas. Dichas versiones de origen ibérico pueden, al parecer, rastrearse hasta fines del medievo y cabe discutir si son, a su vez, de origen judío o árabe. En cualquier caso, existen variantes del mismo en Marruecos, llevadas o bien por los sefarditas (o judíos españoles, si se prefiere), tras su expulsión por los Reyes Católicos, o bien por los moriscos. También en Turquía las hay en idioma ladino (es decir, en la lengua de los judeo-españoles)... La versión que aquí presento, transcrita, acompañada de audio y video, se escucha a ritmo  de polka*.
*La polka (de origen polaco), llegada a México con la inmigración alemana, no difería  mucho en esencia de los ritmos españoles en boga , de ahí su rápida aceptación. Hoy día sigue vigente, sobre todo, en los territorios del norte del país.
Imagen: Alejandro Rangel Hidalgo, pintor colimense.


jueves, 14 de octubre de 2010

Recordando a Ravel



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Pintura: Lago George, 1869
Autor: John Frederick Kensett (1816-1872)



jueves, 7 de octubre de 2010

Cuentos breves


Un crimen


EL juez comunica la sentencia al acusado:

—En nombre del pueblo de Francia, será usted guillotinado en una plaza pública.

En la sala, varias mujeres caen desmayadas, otras entran en paroxismos histéricos. En la prisión, el asesino ha recibido cientos de cartas de múltiples admiradoras. Es un hombre calvo, fornido, de mediana estatura, cincuentón, viste con una elegancia legítima, tiene una hermosa y bien cuidada barba negra que le da un aspecto de asirio... Sonríe orgulloso. Durante el largo tiempo que se ha prolongado su proceso, el acusado siempre se ha mostrado desafiante y nunca ha manifestado arrepentimiento.

Los ujieres se encargan de poner un poco de orden.

La sentencia es definitiva: no cabe la apelación. Entran los gendarmes.

El juez pregunta al acusado si tiene algo que declarar.

Lenta, despaciosamente, el sentenciado responde:

—Sí, señor juez..., ¿sabe usted?..., hasta el final mi mujer hubo de resultarme insulsa.

... La había descuartizado y se la había comido.

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Imagen reeditada y retocada por el autor de este blog. Tomada de la red.


martes, 28 de septiembre de 2010

Definiciones


Qué es la literatura



LA literatura es el arte de la palabra, nada más. No es otra cosa. (Si se comprende esto, está bien.)


... Ahora, ¿qué es el arte? El arte es la expresión de lo bello, así de simple; y la belleza no es más que la perfecta armonía entre las partes de un todo o —en palabras de Valle-Inclán—: «La belleza es la intuición de la unidad...» Y la unidad, digo yo, es condición esencial del arte... Ya el gran Oscar Wilde se cuidó de anotar, una vez, lo siguiente: «No hay arte sin estilo y no hay estilo donde falta la unidad, y la unidad pertenece al individuo...» (De donde se desprende, además, que toda creación artística auténtica es, por fuerza, personalísima.)

Hablemos, en este momento, de Gertude Stein, escritora norteamericana, quien posara para Picasso, declaró: «Bello ha llegado a significar solo bello, no hay elogio más común ni más soso»... Claro que, Gertrude Stein era una mujer feísima: bien podemos desestimar, completamente, su opinión... Examinemos, mejor, una frase dicha por Voltaire: «La belleza es relativa: por ejemplo, para el sapo lo más bello es la sapa»... Pregunta para el sagaz lector: ¿tienen los sapos derecho a opinar? A mí me parece que no y la belleza no es relativa, tan solo hay personas de mal gusto... Y qué es el buen gusto (tal vez algunos se sentirán tentados a cuestionar); el buen gusto es como el amor: se tiene o no se tiene y, cuando se tiene, no se pregunta por él.

Tornemos a la literatura: ¿qué criterios se requieren para determinar si un libro vale algo? Se requieren, únicamente, tres cosas: cultura, inteligencia y sensibilidad: una cultura amplia y vastísima, una inteligencia fina y aguda y una sensibilidad exquisita; es todo.

¿Cuáles son los mejores libros? John Ruskin, quien fuera mentor de Oscar Wilde en Oxford, aseguraba que: «los mejores libros son los que han sido escritos en el campo, lejos de las ciudades.» Pero, yo no estoy muy seguro de que esto sea cierto. Borges, a quien detesto (dicho sea de paso), afirmaba que: «Los grandes libros son libros de viajes:… La Ilíada, La Odisea, Las sagas Islandesas, Las aventuras de Simbad el marino, La Divina Comedia, Don Quijote, Los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe, Moby Dick, Alicia en el País de las Maravillas…» (Y un largo etcétera que me resisto a enumerar… ¡Ah!, y Lolita. Borges no lo incluye, pero lo incluyo yo.)

Volviendo con Ruskin, este agregaba que en segundo término había que leer aquellos libros que eran rítmicos; es decir, que tengan en sí buena música. Este criterio es para mí uno de los más razonables. Los griegos consideraron que la literatura no era en sí, sino un arte de narrar, de referir simplemente. Los buenos libros, hay que saberlo, están dirigidos primordialmente al oído.

Sea, ¿qué clase de libros debemos evitar? Toda clase de libros que tengan tintes políticos o propagandísticos de cualquier clase o que, persigan reivindicaciones sociales: son panfletarios y, por lo tanto, malos; no son literatura pura... Toda clase de libros que persigan fines didácticos o moralizantes y que no sean obra de un gran pensador o escritor... Por último: los libros de éxito: los libros que agradan a las mayorías suelen ser invariablemente malos.

... ¿Tres autores raros y perfectos? Jayyam, Saadi y Hafíz… Hay que leer a los persas… Goethe confesó una vez a un embajador, amigo suyo, que los persas habían tenido solamente a siete poetas a los que habían considerado como verdaderos maestros; pero, aún entre aquellos que habían rechazado, los había mejores que él... (Lo cuál, desde luego, es completamente cierto: Goethe, quien escribiera uno de mis libros favoritos, Las desventuras del joven Werther, no se libró de aquello que Nietzsche achacaba a los escritores alemanes: la pesantez, algo de lo que luego adolece, asimismo, el filósofo.)

Para terminar: ¿cuál es el panorama de la literatura actual? Libros idiotas, escritos por idiotas, para un público idiota. El aprecio por las buenas lecturas ha decaído notablemente y la inteligencia de los escritores también.


martes, 21 de septiembre de 2010

Prosas mínimas


El mago de las palabras


Éra un gran poeta: a menudo elegía con gran tino las palabras más bonitas y difíciles; aunque luego no supiese exactamente qué era lo que había querido decir. Y es por eso que tenía un público que lo admiraba y lo consideraba de veras grande: ya que éste no conseguía entenderle absolutamente nada.


martes, 14 de septiembre de 2010

Acerca del idioma y otras cosas


Apuntes para un elogio del español


BORGES era un mal escritor: era demasiado barroco, demasiado afectado y, a pesar suyo, resultaba pedante...

Él mismo se consideraba un mal literato y, no cabe duda, tenía razón.

En su obra se nota —no puede dejar de notarse— cuanto leía el pobre hombre... Eso es un grave defecto... Mas no me voy a poner, hoy, a analizar sus creaciones...

El otro día, hojeaba a Monterroso, un autor bastante mediano. Hablaba breve, pero encomiosamente, del argentino.

Lo que hubo de sorprenderme, fue que Monterroso dijera, que para él (como para muchos otros autores latinoamericanos, de su generación), Jorge Luis Borges les había devuelto la confianza en las posibilidades del español y luego se extendía haciendo mención a ese lenguaje «tan ceñido, tan conciso, tan elegante...»  que Borges —«a través de sus viajes por el inglés y el alemán» había recreado.

Ahora bien, yo nunca he dudado de la majestad del español, y no tengo empacho alguno en afirmar la superioridad y el donaire de mi idioma.

... ¿El inglés?, ¿qué puedo decir del inglés? Es una lengua que no me gusta. Recuerdo que cuando era niño me oponía tenazmente a aprenderla; los años han pasado y he conseguido mantenerme triunfalmente ignorante del idioma inglés.

... ¿El alemán? El alemán me parece algo peor todavía: es... demasiado gutural...

Alguna vez sentí deseos de aprender el árabe que, como se sabe, tuvo y aún mantiene una presencia significativa en el español (después de las voces grecolatinas).

.... Como quiera que sea, vuelvo a lo dicho: nunca he dudado de la grandeza de mi lengua; que la gente no la sepa hablar es otra cosa.

Atendiendo a lo anterior, somos nosotros, los nacidos en la América Hispana, quienes más puntillosos y cuidadosos debiéramos ser al respecto, expuestos como estamos a la frecuente contaminación proveniente del inglés. (Y siendo como somos, actualmente, quienes dictamos las reglas del idioma.)

Que no se me malinterprete, los préstamos lingüisticos no son forzozamente malos; a veces incluso (lo concedo) son necesarios; más es una grave equivocación emplear cualquier palabra extranjera (ya sea que venga del inglés o de cualquier otra lengua) existiendo la equivalente en castellano. (Aparte de ser de pésimo gusto y costumbre de ignorantes que, generalmente, creen ser sofisticados, adueñándose de frases y de giros ajenos...)

Quiero, por último, dejar la siguiente cita acerca del español:


«Hablo en inglés con mi perro, en alemán a mi caballo, en holandés a mis soldados, en italiano a los hombres y en francés a las mujeres; pero el español, el español es para hablar con Dios.» 

CARLOS I DE ESPAÑA V DE ALEMANIA*

__________
*Nacido en Gante, Flandes (actual Bélgica), el futuro Carlos I de España y Sacro Emperador Romano Germánico, al llegar a las posesiones que le heredara su abuelo Fernando de Aragón, mejor conocido como Fernando el Católico, acompañado de su numerosa guardia flamenca apenas si sabía hablar el español... Habría de aprenderlo posteriormente.


martes, 7 de septiembre de 2010

Recordando a Lolita

MI buen amigo Román ha tenido la amabilidad de enviarme este texto que reproduzco, del escritor latinoamericano Otto Wolf. Desafortunadamente, son bien pocos los datos de los que dispongo de este autor, salvo que, además de ser cuentista y ensayista, es un agudo crítico de arte. El texto en cuestión, constituye un homenaje a Lolita, la célebre obra de Nabokov. En este sentido, no puedo evitar recordar una obrita análoga, debida a la pluma del no menos célebre y siempre polémico Salvador Dalí, quien alguna vez escribiera un cuento corto titulado «Dulita»..., que quede la publicación de esta última para más tarde.


     
Karen

Otto Wolf  

A NABOKOV


ESTA es la historia de Karen...

Karen es una niña: ahora debe tener once o doce años... Tenía nueve cuando nos conocimos, fue entonces cuando me enamoré de ella… ¿Qué cuántos años tengo?... Voy a cumplir veintisiete...

Aún conservo una carta que me escribió. Guardada entre las páginas de un libro, esa carta —y una cinta blanca que guardo en un cajón de mi escritorio— son los únicos recuerdos que me quedan de la niña. Ella, quizá, ya no se acordará de mí. Pero yo, a menudo, pienso en ella…

Ahora, es de noche mientras escribo; a través de mi ventana, veo la lluvia caer. Era dulce estar a su lado:... yo solía narrarle cuentos…


—«Había una vez un príncipe pobre —comenzaba—, ello no obstante, era lo suficientemente guapo y simpático (se parecía a mí) —agregaba— como para que pudiera casarse (Karen reía)… Y casarse era lo que más deseaba. Había, desde luego, cientos de princesas que encantadas de la vida se hubieran casado con él. El príncipe, sin embargo, se había fijado en la hija del emperador, ¿crees tú que la hija del emperador así lo hizo?, ¿sí?, ¿no?

»Pues vamos a verlo…»


Ese era uno de nuestros cuentos favoritos… Recuerdo que una vez me tocó acompañarla a casa de una vecina a llevar un recado de parte de su mamá. Karen entró en la casa, cuya reja estaba abierta, mientras yo la esperaba afuera. Alcancé a escuchar que la vecina la interrogaba. «¿Qué te dijo?», le pregunté al salir. «Me dijo que con quién venía», contestó. «Seguramente le respondiste que con un apuesto príncipe», repliqué. «Tú no eres un apuesto príncipe», me dijo. «¿Y quién lo duda?», dije yo. «Tú no eres un príncipe…, eres un tonto.»


* * *

Éramos muy amigos: quería a toda costa estar conmigo. Hube de disgustarla cuando le dije que no podríamos estar tanto tiempo juntos como ella hubiese querido. Era una niña buena y cariñosa. Y tan bonita, como solo una niña puede serlo. Recuerdo que su rostro se iluminaba al verme llegar y yo le correspondía con una sonrisa al tiempo que mesaba sus cabellos a modo de saludo. Una vez… lloró en mis brazos.

Yo iba a casa de Karen a darle clases de música: era mi alumna. Tenía una hermana llamada Cristina; era alumna mía también. Ambas tomaban la clase por separado. Cristina tenía dieciséis años y era bastante atractiva: blanca, delgada, los cabellos negros, de facciones regulares, tenía una figura provocativa. Me gustaba (me gustaba mucho). De hecho, alguna vez la invité a salir (sin éxito). Con todo, más adelante, terminaría sintiéndome mayormente atraído por la hermana menor: Karen era… una encantadora criatura.

¿Que, qué tienen de especial las niñas?... Alguien escribió una vez, que son de azúcar y canela… Sí, por cierto: las niñas son de «azúcar y canela»…

¡Vaya! lo olvidaba: la misma Cristina, en una ocasión en que estábamos solos, me dijo: «¿Sabías que le gustas a mi hermanita?» Me encogí de hombros, ella nunca llegaría a saber lo que yo sentía por Karen.


… ¿Recuerdas, Karen, aquella vez que me pediste un beso? —Cristina estaba presente, y también estaban sus amigas—. «¡Anda, Karen…, que atrevida!» (Las escuchamos decir). Me acerqué a ti y besé tu mejilla: tú te ruborizaste y sonreíste; luego (a solas), habría de volverme mucho más osado…

Y, ¿recuerdas aquella otra ocasión en la que me obsequiaste una hoja seca?... En ella habías escrito unas palabras, antes seguramente, de que la hoja se secara y se volviera, por consiguiente, quebradiza. Era una frase cariñosa… Guardé esa hoja… hasta que se convirtió en polvo…

 

* * *

Es dulce amar a una niña, pero también es doloroso: es asirse a un amor sin esperanza. Y, sin embargo… ¿cómo no amar la juventud y la risa, la inconsciencia y la dicha?...

Karen era hermosa, creo que no he destacado eso lo suficiente:… morena pálida, negros los cabellos como los de la hermana, con un cerquillo sobre la frente; negros también los ojos y brillantes, líquidos…; la naricilla respingada, los labios suavemente curvados, los dientes blancos… Al sonreír, se le hacían hoyuelos en las mejillas… Era, en verdad, una deliciosa chiquilla…

En general, considero que casi todas las niñas son encantadoras; o al menos a mí, así me lo parecen. Por otra parte, yo agrado a las niñas: les cuento historias fantásticas, les hago dibujos, las abrazo, las beso, les enseño canciones chistosas… En suma, las hago sentirse adoradas y las divierto. He mimado y acariciado a muchas de mis pequeñas amigas antes que a Karen. Y, seguramente, mimaré y acariciaré a muchas otras después de ella. Pese a todo, esta es la primera vez que me animo a contar por escrito la historia de una de mis amigas… ¿Que, por qué lo hago? bueno, esta historia tuvo un final triste… Pero no nos adelantemos… ¿Que si no he estado enamorado de alguna mujer?... ¡Vaya!... no voy a hablar de ello ahora…, prefiero hablar de Karen… ¡son tan bonitas las niñas!...

¿Llegó Karen a saber que me gustaba?... ¡Que si no!... En este momento, mi memoria viaja hasta una fotografía que guardo oculta en una carpeta en compañía de muchas otras. La tenía encima del piano, hasta que decidí ocultarla. (Después de todo, es más seguro: nunca se sabe). La tomé yo mismo, hace unos meses. Se trata de otra de mis alumnas: la pequeña Ana María (tiene ocho años). Toma clases en mi modesto departamento. Su madre me tiene mucha confianza. Es una criatura bastante agradable…

Un día, no hace poco, mientras tomábamos un pequeño descanso, y yo aprovechaba para sentarla en mi regazo, le dije al tiempo que acariciaba su rostro: «¿Sabes, Ana María, que eres la más bonita de mis alumnas?...» «¿Por qué lo dice maestro?...» «Porque es cierto.» «Cuente una historia…» «¿Y la lección?...» «Oh, la lección después…»



* * *

Karen no me hablaba de usted: «Cuéntame un cuento», me decía. «Humm…, en cuanto termine la clase, lo cuento…; mejor vamos a tocar esa pieza de Bach… ¿ya te aprendiste el minué?…»


¡Ah, Karen!..., ¡y pensar que no volveré a verte!... Recuerdo que una vez llegué a tu casa. Tu madre me dijo que te iba a tener que suspender la clase: te habían invitado a una fiesta. Ella había tratado en vano de localizarme por teléfono para cancelar la visita. «En cualquier caso, hable con ella», me dijo y desapareció. En ese momento llegaste tú, bajando las escaleras, traías un vestido blanco y zapatos del mismo color, llevabas los cabellos recogidos en un moño. Me saludaste y sonreíste, evidentemente satisfecha, de que te viera tan bien compuesta y arreglada. Yo no lo pude evitar y te cogí por la cintura alzándote en vilo para besarte:… ¡tan hermosa estabas!... Te deposité en el suelo, sintiendo tu talle deslizarse bajo mis manos: estas rozaron tu pecho, ¡ah, Karen!...


* * *

Luego, todo habría de acabarse. Podría, naturalmente, seguir consignando en estas páginas mis melancólicos recuerdos; pero… ¿para qué seguir?...

Ocurrió una tarde, en que como de costumbre, estábamos juntos. Aunque, en realidad, yo debía de haberlo previsto desde mucho tiempo atrás.


… Desde aquella ocasión, en que al intentar acariciarte como siempre lo hacía, me rechazaste bruscamente. «Déjame en paz, ¿por qué siempre me estás acariciando?», tales fueron las palabras que me dijiste. Nunca me había sentido tan lastimado. Transcurrieron algunas semanas, ya ni tú ni yo nos sentíamos cómodos en presencia uno del otro. Un día me dijiste que ya no deseabas verme, querías que cesaran las clases. Yo no pude decir nada. Hablé con tu madre al respecto, le dije que ya estabas aburrida de tomar las lecciones; por otra parte, hacía tiempo que tu hermana las había abandonado y a mí me reclamaban ciertos quehaceres. Eso fue lo que le dije. Ya nunca más, a partir de ese momento, volvería a verte. Tiempo después, habría de encontrarme con Cristina en la calle. Se acercó a mí, como era habitual en ella: burlona, provocativa… Me dijo al verme: «¿Se puede saber qué le hiciste a mi hermanita?» «¿Qué quieres decir?», le dije yo. «Mi hermana no cesa de hablar de ti, está enamorada, muere por ti» «¡Qué absurdo!», contesté. «Ella me pidió que no regresara a tu casa». «Lo sé», me respondió Cristina. «Mi hermanita no desea verte nunca más. Dice que tú eres un hombre muy viejo y que no se pueden casar… y, siendo así, ella prefiere no verte más…»


A Cristina no volvería tampoco a verla; tales fueron sus palabras… Afuera, la lluvia continúa cayendo… Sé que esta noche no voy a dormir.


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Imagen: archivo del autor.


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